En realidad las islas de Margarita y Coche, e incluso Cubagua, y buena parte de los archipiélagos de Los Frailes y de Los Testigos, han sido devastados de forma brutal e inclemente por esquemas desarrollistas que han afectado, con efectos irreversibles, sobre la calidad de vida.
Lógicamente del "dominio público". En nuestro país es de vieja data la determinación de una política de ordenación del territorio, con particular énfasis en la franja del litoral costero. La doctrina y la jurisprudencia, así como la intención del legislador, vertida en la normativa legal, tanto en anteriores regímenes políticos, (IV República) así como en el actual (V República), han tendido a crear un marco propicio para que la ocupación del territorio, sin menoscabo de los derechos de los particulares, sirva para preservar el ambiente, la vida de la fauna marina, los ecosistemas, el paisaje. Esos han sido los postulados ideales, para evitar justamente una ocupación irracional, salvaje es la palabra, de las orillas del mar. Pero esta es la pura teoría.
En realidad las islas de Margarita y Coche, e incluso Cubagua, y buena parte de los archipiélagos de Los Frailes y de Los Testigos, han sido devastados de forma brutal e inclemente por esquemas desarrollistas que han afectado, con efectos irreversibles, sobre la calidad de vida, la contaminación de aguas, atmósfera, arenas de las playas. Además han complicado la dotación y suministro oportuno y eficiente de servicios públicos básicos, como electricidad, agua potable, comunicaciones, cloacas.
Las leyes son las leyes: instrumentos basados en principios jurídicos y políticos que son como reglas de conducta, y están dirigidos tanto al Estado, como a todos los ciudadanos. Pero hay algo de ingenuidad jurídica pretender que con un marco legal firme, y a veces represivo en lo sancionatorio, se pueda controlar los desastres hechos por la mano del hombre. En esta segunda década del siglo XXI hay qué ver lo que hemos sufrido en todo el planeta por causa de esa especie de morbo auto-destructivo con que nos hemos comportado ante las aguas de los mares y ríos, lagos y lagunas, los bosques, sabanas y montañas, junglas y praderas. Ningún animal sobre la tierra se ha conducido, como nos hemos conducido nosotros los humanos con ella, en los últimos cuatro o cinco siglos.
Ahora tenemos aquí, en la isla de Margarita, por obra de un desarrollismo capitalista desaforado y la negligencia cómplice de funcionarios del Estado, quienes durante años se hicieron la vista gorda, un conjunto de edificaciones ubicadas en las orillas de las playas, especialmente en Playa El Agua y Guacuco, que han impactado negativamente el ambiente. De hecho, le arrebataron al mismísimo mar su espacio, con el consiguiente efecto de erosión y contaminación.
Ahora bien, entre las dos tendencias, de "ambientalismo" la una, y "desarrollismo" la otra, deberá buscarse un equilibrio que propenda a salvaguardar el medio ambiente, y que regule la actividad turística insertada en aquél y para defenderle, no lo contrario. Problema diferente plantean las estructuras ya establecidas. Habrá que reubicarlas para no golpear las fuentes de trabajo que representan el sustento para numerosas e incluso humildes familias.
Sea como sea, ya no es posible urbanizar más las orillas de las playas. Mucho menos con locales que son propiedad del Estado, como aquéllos quioscos o rancherías, que constituían el patrimonio de la antigua "Fundación del Niño", y que en algunos casos, de manera sucesiva y violando flagrantemente las normas legales y las cláusulas de sus contratos, fueron traspasados, vendidos y revendidos una y otra vez. Las playas son, pues, de todos. Y a nosotros nos compete su cuido y defensa. Toca a la comunidad organizada librar esta lucha por su misma supervivencia.
Fuente: Walter Castro Salerno: elsoldemargarita.com.ve